En la obra Paraíso siglo XXII: Tecnologías para la utopía, se esboza cómo será la justicia del futuro. Una justicia ejercida por democracia electrónica, según un algoritmo de cualificación, y donde los juicios se celebrarán de forma virtual y donde todo el mundo puede participar votando en ellos.

En la obra El año de la abolición del dinero y, su continuación, Un Súper Mundo Feliz, se ejemplifica este nuevo modelo en el mundo de la ficción.

También se puede ver cómo, tras la desaparición de los estados, se evoluciona a un nuevo modelo de fuerzas de seguridad del estado donde no existen las cárceles, y donde las personas que han cometido un delito, pueden moverse con libertad por el planeta tierra pero están sometidos a vigilancia tecnológica las 24 horas del día, sobre todo si el delito ha sido grave, como el asesinato o la pederastia. Parecen que son libres, pero en el fondo, no lo son; cuanto más grave es el delito más grado de intimidad pierden. Son vigilados por ojos humanos y por ojos de inteligencias artificiales, y todo el mundo tiene el derecho de vigilarles. O sea, que sobre un ser humano que ha cometido asesinato pueden pesar sobre él la pena la pena de siete mil millones de ojos vigilándole.

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