Todo aquel que se haya juntado con los pijos un tiempo prudencial para sacar generalizaciones sabrá que estos tienen un sentido del humor muy particular, detrás del cual se levanta escondida, agazapada, desdibujada por unos modales que reprimen las emociones directas y filtran los pensamientos, una arquitectura moral de lo más particular.

Tienen los pijos una animadversión natural a todos aquellos que no son de su clase social y, sobretodo, huelen al obrerismo a cien quilómetros a la redonda. Ellos son diferentes, hablan distinto, comen distinto, se arreglan distinto, piensan distinto y, cómo no, se ríen distinto.

Aunque nunca lo reconocerán en público, hacen muchos chistes relacionados con sus empleadas del hogar, ‘las conchitas’, las llaman los pijos franceses, aquellas que van con la bolsa del Corte Inglés por el metro, bolsa donde esconden las zapatillas y la ropa de estar por casa; y lo hacen, lo de reírse, quiero decir, de una forma tan indirecta como bestial, porque ese es su estilo, cargado de un cinismo abrumador, mostrándose descreídos del todo; los más progres, se llaman a sí mismos anacoretas, pero eso sí, saben perfectamente que ellos están arriba, que son una especie aparte, y todo el que atente contra esta posición, tiene que tener en cuenta que puede despertar a la bestia, y esta bestia es una sombra negra, etérea, que sale como un fantasma y enseña unos dientes grandes y perfectamente alineados, y unos ojos henchidos en sangre, y unas manos de dedos alargados y cadavéricos; esta sombra es la muerte y su guadaña, y viene a avisarte de que has alterado el orden natural de la jerarquía social, y de que un ser social de clase inferior no puede someter a un niño bien, criado de forma bien, que se ha juntado con gente bien toda la vida; porque a la gente bien, cuando se la oprime y se la somete y se la violenta una y otra vez, y sobretodo, perdón, sobretodo y muy especialmente, cuando a la gente bien se “la” avergüenza, uno tiene que pensar que tarde o temprano esa olla a presión va a hacer saltar todo por los aires.

Sobretodo y muy fundamentalmente, porque si aguantas a esa persona que con sus modales te está avergonzando, es porque detrás dicha persona está ejerciendo poder sobre ti, te está poniendo la zapatilla en el cuello una y otra vez, a cada gesto, a cada comentario fuera de lugar, y lo hace con tu herramienta, el dinero, por primera vez, estás en el lado malo del capitalismo, alguien con más dinero que tú te cosifica, se aprovecha, te engaña, te engatusa con la ilusión del bienestar material, y cuando esto pasa, la bestia se siente enjaulada, esa bestia que corría por el capitalismo salvaje como si fuera su medio natural, ahora está encerrada en zoo, y el que dice ser su cuidador en realidad es su amo, y eso, no; porque el pijo no tiene amos. Y es por ello que están obligados a restablecer el orden. Y luego, tras la violencia de la legítima violencia, violencia moral, vuelve otra vez la calma, la frialdad, el cinismo, la distancia social, el saber comportarse y el ser, sobretodo y por encima de todo, un ser humano civilizado.

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