Al menos, existen dos tipos de investigadores, ambos igualmente necesarios.

Los primeros olfatean las pruebas, con un sentido casi perruno, con un sexto instinto, de forma impacable y casi absurda e irracional.

Los segundos se obsesionan con los detalles, y es esta neurosis la que les lleva a aflorar lo que yo llamo ‘la información oscura’; eso que en metáfora vulgar hace referencia a toda ese montón de mierda que va subiendo y subiendo de tamaño, volumen y densidad hasta explotar y salpicarle en las manos, en la cara, el pelo, los ojos y en la comisura de los labios no solamentente a un allegado, o a una familia, sino en ocasiones a todo el pueblo, o a todo un país.

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