Estando yo escribiendo Un Súper Mundo Feliz en el verano de 2017, la caja
parlante se puso a hablar del caso Asunta, en sus imágenes, una mujer vestida
de negro, muy acongojada, lloraba encogida mientras sentada en la silla de
una sala judicial delante de un micrófono. Poco a poco, la voz en off contaba
una historia increı́ble llena de incoherencias, y las palabras de Yong Fang, y su
grito de auxilio, se me fue metiendo en el cuerpo, creando un inmenso misterio
en mi corazón. Acercarse al caso Asunta es asomarse a un abismo oscuro e
incomensurable sobre la naturaleza del mal en la condición humana. Un abismo
paradógico cubierto de una niebla inmensa, que se vuelve más cerrada a medida
que más uno se adentra en él.

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