Hoy nos hemos levantado con una queja del principal sospecho alegando que en este país no existe la presunción de inocencia y puede que tenga razón, ¿puede? ¿tiene razón?
Ya saben nuestros f@ns que somos muy aficionades a explorar hipótesis alternativas por muy absurdas que parezcan a priori, o por muy alejadas de la versión oficial que se encuentren.
Así pues, nos preguntamos ahora bajo qué marco puede que esta persona esté diciendo en parte, solo en parte, la verdad, y que él en realidad no haya sido. Y por esto, entendemos que no haya sido la ‘mano ejecutora’, como decía Montserrat Careta en el caso Jubany, que vino a decir algo como que ‘para ser homicida hay que ser mano ejecutora’ (Véase El caso de Helena Jubany en la sección de crímenes de UB).
En la entrada anterior, nos hemos puesto, quizás, un poco estupendes, al decir que la tecnología nunca falla, y no es así, en puridad. A veces, los móviles se activan solos, y también esta tecnología se puede hackear, para inculpar a un hombre sencillo, de campo, al que todo esto le sobrepase.
El señor M. T. Cristo ya ha señalado en sus escritos que en el siglo XX cambiamos a Dios por la televisión, si la televisión lo había dicho, ya no había discusión posible; y, ahora, en el siglo XXI, hemos cambiado la autoridad que antes le dábamos al cura y, después, a la tele, por la tecnología, ahora nuestro Dios es la tecnología, y lo que esta dice va a misa.
Si una tercera persona hubiera cometido el crimen, ¿cómo le podría echar el mochuelo a otra para que se mirara en una dirección incorrecta? Para eso, la persona X tendría que haberle cogido el móvil y las llaves del coche, y haberlo hecho todo como si fuera el señor C.
Es por eso que hubiera sido muy importante que en el interrogatorio de la jueza se hubiera indagado más mediante técnicas de re-pregunta cuando el señor C. respondía con la frase: No tengo explicación. Porque una explicación tiene que haber. Y si él no la sabe, o esa tecnología ha sido manipulada, o esa tecnología suya ha estado en manos de otra persona, y ahora se le imputan a él esos hechos sin comerlo ni beberlo.
Pero ¿es esto posible?
El señor O. afirma haber llegado a su casa, haberse ido a dormir y haber ido al trabajo al día siguiente. Lo que viene siendo hacer vida normal.
No tiene explicación para los movimientos del coche, ni para las llamadas que hizo con su móvil.
Además, hay algo raro con las llaves del coche, se ha afirmado que se trató de buscar una llave nueva.
Aunque esto hubiera pasado así, la hipótesis de que él no supiera nada, como si fuera un cabeza de turco elegido al azar sigue siendo una hipótesis realmente muy costosa de procesar, en tanto en cuanto debes generar mucha información supuesta o inferida para sostener este marco de interpretación.
Pero
Pero
Pero
Como decía el filósofo, la virtud está en el término medio, y quizás la solución de este caso también. Puesto que una teoría más verosímil y más limpia, más sencilla, más elegante y plausible sería la de pensar que alguien o ‘alguienes’ se ocuparon de E. sirviéndose de los recursos tecnológicos de O. Y que O. sin rechistar, asumió el poner sus recursos a la disposición de otros peces, quién sabe si más gordos que él, y que no tenía forma ‘humana’ de negarse, que no le quedaba otra que obedecer, pero que estaba al tanto, aunque sus manos no estaban manchadas de sangre; aunque sí ha mirado para otro lado.
Y ahora, él asiste tranquilo a todos los sitios, colabora, abre las puertas de casa, porque en efecto, él no ha sido, lo cual no es óbice (bonita palabra) para que él diga quién lo hizo, porque eso, que se le quite de la cabeza a la policía, a la jueza y a toda España entera, que eso no lo va a hacer. Porque donde manda patrón, no manda marinero.