Sorprende que la jueza no se interesara por el significado de esta palabra; y por mucho que algunes hayan tratado de analizar su estructura y su semántica metafórica, parece que al parecer no se han enterado de nada, o al menos, así atestimonia la gente del foro ‘infiltrada‘ en Cotilleando, entre la cual, sin duda, NO SE ENCUENTRA Alfonso Egea, por mucho que algunas señoras del Bla piensen que sí, puesto que en su último artículo en OK diario afirma que es un mote cuando menos despectivo, mientras que en el foro Cotilleando, insisto, gente de la zona, afirma que el término cataleches es sinónimo de catacaldos, que sí que está recogido por el DRAE y que significa ‘persona que hace muchas cosas sin centrarse o tener un oficio determinado‘, parafraseando.
También se ha llegado a afirmar que fue un familiar quien le puso el mote, y que luego se fue extendiendo por, si bien no todo el pueblo necesariamente, sí, al menos entre la red de su círculo primario, en cuyo interior, no está de más recordar, se encontraba y se encuentra el primer sospechoso, O., el cual fue pareja de su hermana, y que digo yo que habrá dormido en su casa, y al ser ‘un amigo de la familia’, esto es, se habrá sentado a comer a la mesa de esa familia.
Y aún así, a pesar de que ayer la detective Borg estuviera no una sino mil veces equivocada (aunque su análisis gramatical y semántico fuera impecable) no deja de sorprendernos la falta de cariño, de amor, por parte del sospechoso, en la manera de dirigirse a E. y en la connotación que le dio a la palabra cataleches, y es que el lenguaje tiene esta dimensión mistérica que el famoso filólogo y poeta español Dámaso Alonso trató de racionalizar en su obra de carácter filológico Poesía española sin que aún se haya podido sistematizar del todo.
Y decimos mistérica o esotérica, porque aún el ser humano de hoy, que se cree que por tener un móvil en la mano ya lo sabe todo, no ha sabido explicar de dónde viene esa fuente de amor, o de desdén, o de odio, que se le pega a las palabras cuando se pronuncian, y se pega a veces como si fuera una peste, y la acompañan en el discurso, sin ser necesariamente la intención consciente del hablante.
Y es que este tinte que le ponemos a las palabras al pronunciarlas es algo que va más allá, que viene del corazón, de las tripas, del tuétano que diría Miguel de Unamuno, siempre tan castellano, y sube por la garganta y allí, reposa por un minuto, dudando de si salir o no, hasta que el subconsciente le da vía libre y comienza a ser tecleado por la lengua hasta quedar producido, porque sí, para usar una metáfora capitalista, el lenguaje produce la realidad. (Léase el ensayo Capitalismo Lingüístico Cognitivo).
Y nosotres, todes, volvemos a insistir en que la forma de pronunciar la palabra cataleches, y de usarla, para más INRI, en un contexto extremadamente formal y oficial, sí, la forma de dirigirse a la finada, con la que quizás te has tomado las uvas en alguna Nochevieja, (o no, pero es un decir), y la manera en que esta forma lingüística, cataleches, aflora a su boca, NO, NO ES DE RECIBO.
Y aún así, se podrá alegar, tal y como se ha alegado en el foro, que no es discurso directo, sino discurso referido, discurso indirecto, que su boca no es más que un vehículo para poner en ella palabras de otro, palabras del hermano de Carolo, y que toda esta frialdad, este desdén, este latigazo vallisoletano con el que él pronunció esta palabra no es a él atribuible, sino a una tercera persona.
Y aún así, sí, pero no; no, pero sí. Porque NO HABÍA NINGUNA NECESIDAD, y nadie le estaba exigiendo citar de forma literal, puesto que no estamos en una lectura de tesis doctoral.
Y uno podría decir que cuando uno es inocente la propia inocencia habla por sí misma y que tiene tanta fuerza que no es necesario convencer a nadie, porque la palabra que se dice con verdad de corazón, a todo el mundo le llega como palabra sincera.
Y aún así, siendo inocente, como quizás lo sea, porque es la justicia y no él quien tiene que demostrar lo contrario, y a la espera de que el ADN (ya que la tecnología no está siendo lo suficientemente incriminatoria) así lo confirme o lo descarte como sospechoso, lo que sí que a todos nos ha quedado claro es que en ese timbre de voz había de todo, menos la vibración del amor.