Ya decía yo que no quería tener hijos, pero mi mujer se empeñó. Y por culpa de ella, a su muerte, yo fui nadie sin ella, un estorbo, un ignorado, un inútil para mis hijos. Y cuanto más los aburguesas, dándoles dinero, dinero para la casa, dinero para el aire acondicionado, dinero para los nietos, para un nuevo coche que se ha estropeado, para amueblar la cocina, cuanto más los aburguesas, más individualistas se vuelven, más egoísta es su corazón, más tiran para ellos, para su bienestar, para sus hobbies, para sus realizaciones personales, para ellos, todo para ellos; y cuando toca que ellos estén para ti, nunca están. Esto en la clase obrera, donde los hijos están para los padres desde pequeños, solucionando sus problemas desde el principio, llenando sus lagunas, sufriendo sus errores, esto, esto, no pasa. Si al menos, hubiera tenido una niña, ella no me habría abandonado como a un perro preso de sarna.