Conferencia impartida en la Universidad Rey Juan Carlos en el año 2024, en la Facultad de Ciencias Jurídicas, en el campus de Vicálvaro.

La dictadura argentina organizó un plan para robar niños cuyo número se desconoce, pero se suele establecer la cifra mínima de 500 niños. Niños hijos de desaparecidos de los que la dictadura argentina siempre afirmó que estaban exiliados en Europa.

En el momento en que se roba un niño, estos dejan de ser sujetos de derecho y pasan a ser tratados como objetos.

Durante mucho tiempo, la investigación estuvo paralizada porque la ciencia solamente podía establecer la paternidad o la maternidad mediante prueba del ADN. Pero las madres de mayo, cuyos hijos habían desaparecido y estaban buscando a sus nietos, contactaron con grupos de investigación en EEUU en donde trabajaban también científicos argentinos, y estos consiguieron establecer una relación genética entre nietos y abuelos, y a esta prueba de ADN la llamaron el Índice de abuelidad. Este es un bonito ejemplo de cómo la ciencia se convirtió en aliada de una causa social y política, y volvió de esta manera a sus orígenes más puro, el poner este instrumento al servicio de la humanidad. Las Madres de Mayo plantearon una pregunta científica y estos científicos se pusieron al servicio de contestar a esta pregunta.

A partir de aquí, el estado argentino fundó un banco de ADN centralizado, donde la sangre pudiera preservarse a lo largo del tiempo. A dicho banco se le denominó el Banco Nacional de Datos Genéticos, siendo 1987 el año de su inauguración. Estos procesos de naturaleza colectiva deben ser siempre realizados por el estado.

A partir de aquí, comenzó la fase de judicializar los casos.

En el año 1992, las abuelas de Mayo demandan al Estado argentino. Y ese mismo año se forma la Comisión Nacional por el derecho a la identidad.

Paralelamente, intensifican su activismo político, realizando acciones de gran impacto, como por ejemplo, asistir a grandes eventos deportivos en Argentina, como partidos de fútbol, y decir a través de los altavoces frases como ‘Algunos de ustedes pueden ser un bebé robado’.

Estas campañas masivas comienzan a partir del año 2000. Y en ellas participan figuras de gran relevancia en Argentina como actores y futbolistas.

Gracias a ellas, el número de casos aumenta considerablemente. Y mientras que en los primeros años, los casos ascendieron de 200 a 400; a partir del 2000, se llegaron a registrar hasta 1000 casos por año. Muchas personas llegaban a la asociación y decían: Yo creo que puedo ser hijo de desaparecido.

Algunas de estas personas pasan por un proceso psicológico largo, que oscila desde el obviarlo directamente, aunque saben que hay puntos oscuros en su infancia y recuerdos que no cuadran, hasta el no querer verlo. En otros casos, el entorno del niño robado lo sabe o lo sospecha, pero no se atrevían a decirle nada a la persona en cuestión.

Para esta fecha, el debate ya había trascendido a la sociedad argentina, que se planteaba una y otra vez la pregunta de qué se podía hacer al respecto de esta realidad que ahora ya era evidente y que no se podía obviar.

Algunas zonas de la sociedad temían que el remedio fuera peor que la enfermedad, y este miedo era muy paralizante a la hora de tomar medidas y llevar a cabo iniciativas.

Pero poco a poco, el miedo se fue perdiendo y la sociedad comienza a ver necesario que debe producirse lo que luego se llamó la restitución de identidad.

Las denuncias tipo ‘yo sé que mi primo no es mi primo’ podían llegar directamente a la Comisión o también llegaban a la asociación de las abuelas de Mayo que luego eran redirigidas a la Comisión.

La asociación de las abuelas de Mayo sobretodo realizaban una labor de documentación, muy centrada sobre todo en comprobar una y otra vez los datos de los hospitales. Algunos llegaban con testimonios en los que afirmaban que se les había dicho que habían nacido en casa. En ese caso, se trataba de hacer otras comprobaciones como averiguar la edad de la madre, o si pidieron licencia en el trabajo por baja maternal.

A partir de aquí, contactaban con la persona sobre la que se sospechaba que era un niño robado. Algunos decían directamente que lo sabían y que no les importaba. Pero otros, que lo sospechaban pero que no se atrevían a denunciar por no tener un conflicto con su familia actual, respiraban aliviados y decían: Estaba esperando a que me encontraran. Otros, se enojaban y otros decían que ellos no querían ser hijos de subversivos.

Este fenómeno no es propio solo de Argentina, sino que tuvo lugar en otros países como España y Alemania.

En el año 2004, bajo el gobierno de Kirchner ya se puede juzgar este delito.

Las madres/abuelas de Mayo afirman que no están llenas de odio, sino de amor, porque solo el gran amor por sus hijos desaparecidos y por sus nietos es lo que las impulsa para dedicarse en cuerpo y alma a algo tan doloroso.

En el momento en que se prueba genéticamente el vínculo entre abuela y nieto, comienza un proceso burocrático que como ya hemos mencionado antes lleva por nombre Restitución de identidad. Y al bebé, en forma pasada, se le comienza a denominar ‘bebé apropiado’.

De este proceso, el paso que más polémica a nivel ético-moral levantó fue el de cómo recopilar la muestra de ADN. ¿Podía hacerse por la fuerza? En el artículo 218 (bis) del Código Penal argentino (que tuvo que ser reformado para este fin) que regula este hecho, se dice que la muestra debe ser tomada por métodos no invasivos, como por ejemplo, ‘deja algo de lo que traes’.

La ley de Restitución de Identidad también reconoce el derecho a indemnización o compensación económica por el daño causado.

Uno de los fenómenos más impactantes de este proceso es el proceso de ‘encaje’ que experimentan estos adultos cuando conocen a sus verdaderas familias. Algunos de ellos, comienzan a comprender aspectos de su personalidad, gustos, pensamientos, patrones que no encajaban en la familia que le había apropiado.

Señalemos dos casos muy notorios. En el primero, el bebé apropiado se llamaba Mariano, pero él insistía de pequeño una y otra vez en que se llamaba Juan. Y cuando la gente le preguntaba el nombre él decía Juan, aunque oficialmente se llamaba Mariano. Cuando descubrió su verdadera identidad, supo que Juan era el nombre que le habían puesto sus verdaderos padres. El segundo caso, es el de un adulto que fue un bebé apropiado que tenía un odio particular por la remolacha que su familia no compartía. Cuando descubrió a su verdadera familia, vio que era lo de la remolacha era eso, ‘una cosa de familia’.

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