Hay una frase que se repite con bastante frecuencia dentro del bando de los Sanchistas, que es la de que Edwin Arrieta tampoco era un santo.

Y desconozco la razón por la que se arguye esta oración en forma de argumento, ya que el hecho de que no hubiera sido un santo, en el caso de que no lo hubiera sido, no justifica en ningún marco jurídico de país mediamente civilizado que otra persona le golpee, lo mate, lo descuartice y reparte cual el mito de Isis y Osiris sus miembros por toda una isla de Oriente, donde la burguesía occidental van a vivir el sueño hippie a bajo coste.

Dicho esto, y este es el verdadero tema de esta columna de opinión, también podemos añadir que ‘lo cortés no quita lo valiente’, y que poco se ha hablado y poco se ha analizado realmente esta crimen, a pesar de las 9k páginas por las que van ya en el foro de Cotilleando.

Por un lado, tenemos un nivel de lectura obvio, superficial, el más evidente, que es el de que Sancho y Arrieta tenían, guardaban, una relación comercial, donde la transacción era amor que se sostiene con dinero, según la perspectiva de Arrieta; sexo a cambio de dinero, según la perspectiva de Sancho.

Y de cara a la galería, porque siempre hay un tercer ojo que todo lo ve, ellos tenían una relación de negocios, en la que Arrieta era un inversor colombiano que quería venir a vivir a España y que había descubierto el talento de Sancho y le había dado dinero para que montara un restaurante.

Estas son las perspectivas que se ven a bote pronto. La capa más superficial de este entramado de relaciones sociales que iban más allá de la relación entre ellos dos, y que se había hecho medio pública en los dos entornos, aunque de aquella manera.

Ahora bien, ¿esto es todo? ¿O hay más dónde rascar?

Si quieres navegar a un nivel más profundo, lee el próximo post.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *