Con la versión de Montserrat Careta sucede lo mismo que con la de Rosario Porto, ninguna de las dos supera la navaja de Ockham, lo cual no significa que sus versiones no sean verdaderas, solo que resulta costoso mentalmente, casi retorcido, imaginar una hipótesis, un mundo posible, en las que las mismas piezas encajen de otra forma, ya lo decía Montse Careta, las piezas encajan pero de forma errónea, sin embargo, ni Rosario Porto ni Montserrat Careta, a pesar de ser personas cualificadas, se aventuraron a proporcionar una hipótesis que verosimilizaran sus coartadas. Tanto en un caso como en otro, se da la impresión de que hay entidades superiores, de gran poder, que atenazan a las acusadas para ir más allá de un tozudo ’soy inocente’.
Decía Aristóteles en su retórica que la ficción debe ser verosímil, no así la verdad. No obstante, ya hemos hablado aquí, cuando tratamos el caso de Sara Everard, de la importancia que tiene la ficción a la hora de difundir un crimen entre los mass media, y, por lo tanto, a la hora de ser ’consumido’ por las masas.